Ser amigos es una bella experiencia. Los amigos caminamos juntos y nos hacemos el regalo de compartir nuestros momentos difíciles, saliendo todos reforzados con grandes aprendizajes. Compartimos también momentos de alegría y plenitud, instantes únicos de nuestro ciclo vital.
Me gusta dejar que la felicidad de mis amigos corra también por mis venas; me siento dichosa y profundamente agradecida. Siento que soy parte de ese momento y que estoy conectada al flujo de la vida, que nos une a todos con un hilito que teje una red de puro amor.
Sucede, que casi siempre, mi ego quiere participar también en la fiesta...es todo tan perfecto y armonioso y se siente tan ignorado en un momento tan auténtico que no puede evitar la tentación de juzgar, comparar, envidiar...
Ya nos conocemos un poco, él y yo. Le escucho con paciencia, como a un niño pequeñito.Y espero que la parte sabia que hay en mí tome partido y le explique, con mucho cariño, que lo que puedo ver fuera, (eso que añoro, que anhelo, que deseo profundamente), está también dentro de mí. Por eso puedo verlo. Por eso puedo sentirlo. Mis posibilidades futuras están sentadas en mi salita de espera...latentes, atentas. Esperan que llegue el momento adecuado para formar parte de mi realidad. Esperan sólo mi permiso para manifestarse. Esperan que esté realmente preparada.
Entonces, mi ego vuelve a ese lugar oscuro en el que siempre se esconde.
Recupero la paz y entiendo que las cosas en mi Vida son perfectas como son.
Y que él, mi fastidioso ego, una vez más me ha dado la oportunidad de recuperar un trocito de mi verdadero ser.
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Grupo de crecimiento personal
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