Yo diría más bien morir para renovarse. Y morir es duro. A veces me sorprendo intentando que el mundo que me da seguridad no cambie ni un ápice y por supuesto, no lo consigo.
En estos días, contemplo el proceso de progresiva desnudez de cada árbol que encuentro en mi camino.
Durante un tiempo, sus hojas se encargaron de proporcionarle energía, pero cuando la radiación solar disminuye, con la llegada del otoño, es más costoso para ellos mantenerlas que dejarlas caer.Los árboles son sabios. Se desprenden de algo que ya no les sirve, lo dejan ir.
Quiero saber despedirme y dejar ir lo
que ya no me sirve. Quiero dejar de
pensar en las hojas que se me están cayendo, dejar de llorarlas y aceptar su muerte.
Quiero apreciar mi raíz, que me ancla a este mundo, que me sigue nutriendo, que me mantiene conectada a infinitas posibilidades.
Quiero ser sabia como el árbol que confía en su muerte y espera su renacimiento.
Y me temo que tengo, tenemos, toda la vida por delante para aprender a aceptar estas pequeñas muertes antes de que llegue la que suponemos será la definitiva.
Inteligencia emocional y duelo
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